Razón número 34: La muerte de papá
Después de que Clic cerró, papá empezó con nuevos problemas de salud. Los médicos no sabían qué diagnóstico dar y tuvimos que pelear con la obra social y la clínica para que lo internaran, nos rechazaron seis veces, hasta que acabé amenazando con caerles con todo el peso de la ley. Mamá lo cuidaba en el sanatorio y se turnaba con mi hermana en tanto que yo seguía reparando computadoras a domicilio, de algo había que vivir. Sin embargo, ahora había otros que hacían lo mismo y con precios mucho más baratos (y así se las arreglaban de mal que algunos clientes acababan llamándome a mí). Mamá y mi hermana cuidaban a mi papá mientras yo peleaba con mis clientes y los enguantados porque ninguno se hacía cargo para darnos un diagnóstico sobre su situación y no perdían oportunidad de decirnos que teníamos que llevarlo de vuelta a casa. ¿Cómo se suponía que podríamos sostener sus cuidados como debía ser? No quedó otra que ceder, pero no sin antes dejar en claro que ni la clínica ni los enguantados iban a desentenderse de nosotros.
Fueron semanas de conflictos hasta que finalmente falleció en casa. Quizá pensarían que los problemas acabaron ahí, pero no. Aún había que resolver nuestra crisis económica, las entidades que nos daban mil vueltas para tramitar la pensión de mamá porque yo apenas tenía un puñado de clientes para subsistir y ni hablar del duelo y la depresión en la que cayó.
Ayudarla no fue fácil, me llevó más de un año. No obstante, conseguí que se distrajera embarcándola en un proyecto de su propio blog de recetas en internet. Ese blog fue lo que le devolvió las ganas de vivir.
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