Razón número 27: Mi obsesión por la buena comida
Los estudiantes tienen diversas formas de lidiar con el estrés académico. La mayoría va al gimnasio, practica algún deporte o hace yoga, yo desarrollé una obsesión por la buena cocina. Al enfermarse, papá se volvió quisquilloso a la hora de comer y más de una vez rechazaba las innovaciones culinarias de mamá, por lo que ella terminó quedándose con un puñado de menúes que sabía que a él le gustaban. No obstante, yo quería seguir expandiendo mis horizontes. Ya dominaba lo básico, ahora quería probar con los sabores orientales agridulces y extravagantes, las sensaciones picantes de lo hindú y rememorar los platillos de la tierra natal de nuestros tatarabuelos españoles.
Mi amor se hizo tan grande que se convirtió en mi escape, como una forma de terapia para lidiar no solo con el estrés, sino también con las cosas del mundo que no podía cambiar. La presión de no alcanzar las metas y objetivos académicos planteados hacía mella, entonces tuve que aprender a recuperar mi autoestima con pequeñas victorias y en la cocina eso lo hacía al intentar cosas que me salían bien. Ahora, no podía ser cualquier receta fácil como un bife con ensalada. Tenía que ser algo especial, complejo, la curva de aprendizaje debía ser empinada para que realmente sintiera que superaba un reto y dominaba nuevas habilidades. Y nada es más complejo que preparar comidas exóticas, desde buscar las recetas originales hasta conseguir los ingredientes o encontrar las alternativas más parecidas.
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