Razón número 25: Seguir adelante
Reparar los desastres que la soja había dejado en mí me llevó tiempo, esfuerzo y mucha perseverancia. Había encontrado la receta perfecta que equilibraba mi dieta con los ejercicios adecuados. Cambié la grasa por músculo y recuperé mi forma física, incluso mejor que aquella que tenía cuando invitaba a distintas chicas a tomar un café. Quizá pensarían que fue una excelente noticia, que ahora podría volver al juego del romance, pero la verdad detrás del secreto de cómo adelgazar, en mi caso, tuvo tintes de un intento de seguir adelante fingiendo que nada había pasado. Ante la mirada de mis padres todo había mejorado, ya no tenía colesterol alto ni tampoco sobrepeso, sin embargo, por dentro una herida silenciosa aún sangraba.
Después de que mi flor murió, había decidido quedarme solo, dejar de buscar alguien con quién compartir la vida. Ya la había tenido y por arrogante la había perdido. Al final no importaba qué tanto tratara de convencerme de que solo eran “cosas que pasan”, el dolor hizo que dejara de tolerarme y que empezara a verme como el enemigo, el culpable. Seguro fue por mi estúpido ego, mi estúpida soberbia, maldito niño inmaduro que creía que el mundo entraba en la palma de su mano. Siempre creyendo que podría amoldar las cosas a su manera, que nadie estaba por encima de él. Maldito ingenuo.
La casa estaba sola mientras que yo me fulminaba al espejo con recelo gritando “Te odio” al sujeto del cristal. “Te odio”, y luego el silencio entrecortado por mi respiración enfurecida y mi puño apretado.
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