Razón número 21: Mi obsesión por la cocina, las primeras incursiones
En mi defensa, todo surgió de la necesidad de comer. Inició cuando estaba en la escuela secundaria y volvía a casa ansioso por una comida caliente, que casi nunca había. Yo salía tarde y para el momento en el que giraba la llave en el cerrojo, la familia ya había cenado hacía rato. Además, eran las oscuras épocas pre microondas y para mi paladar, muy pocas comidas son ricas recalentadas.
Los años pasaron y si recuerdan, en la universidad yo cursaba de noche, así que ya era costumbre cenar solo. Si bien la llegada de ese maravilloso electrodoméstico, el microondas, me sacó de muchos aprietos y me dejó volver a disfrutar de una comida caliente sin que quedara fría en el centro o convertida en un pegoste, yo quería algo más (nunca me conformé con lo mínimo, lo sé).
Empecé aprendiendo lo básico, desde las pastas al dente hasta carnes bien cocidas y pizzas caseras amasadas un día antes, y me centré en el café, mi bebida predilecta. Quería hacer el mejor café, así que acabé desarrollando mi propia receta especial y exquisita que preparé en departamentos ajenos para aquellas señoritas que me habían aceptado el de la máquina del bar de la universidad (insisto, soy todo un caballero).
En casa, estaban encantados con mi nuevo pasatiempo, sobre todo mamá, cuya carga de tareas domésticas se alivió bastante.
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