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Pajarillo de fuego
I Tú corrías con el viento soplando tu cabello castaño, tú cantabas a todo pulmón como ave dando la bienvenida a la primavera, tu corazón latía en llamas, con la fuerza de mil tambores. Llena de vida, llena de alegría. Así te veían todos. Ay, mi niña, que corrías sobre brasas ardientes a través de la brisa caliente, ay, mi niña, que disfrazabas tus gritos de auxilio y llantos con cantos, ay, mi niña, nadie supo lo tanto que ese corazón quiso darse por vencido. Esa vida que se te escurría entre los dedos como el agua y las lágrimas…
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Yo sería capaz
¿Qué haría por él? ¿Qué de todo quieres saber? ¿Qué soy capaz de desvelarme por una fiebre suya? ¿Qué me duele tanto el pecho como a él cuando ciertos recuerdos se pasean por su mente? Yo sería capaz de arrancarme las alas para dárselas cuando las suyas no vuelan porque está herido. Sería capaz de dejarme morir un instante para tocar su piel y fundirme en su pecho con un abrazo queriendo no soltarlo más. Sería capaz de entregarle mi sangre, mis sueños, mi vida entera. Lo esperaría en el altar vestida de blanco, dispuesta a hacer la promesa más…
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Mi pequeño
Tú aún tenías la mirada de un niño que no se ha visto envuelto en la oscuridad. Yo ya había caminado en la penumbra casi a ciegas, yo ya había visto la sombra de la muerte cerniéndose sobre mis afectos. Yo ya sabía lo que era perder, yo ya lo sabía porque había tenido la total consciencia sobre ello cuando me sucedió. Tú, en cambio, eras pequeño, puro y casto, aún corrías por el jardín con tus pies descalzos mientras que los míos estaban vendados por haber caminado entre espinas y brasas ardientes. Tú no conocías el dolor y yo…
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Mi refugio
Tú, tú eras manso, sereno, seguro, como un refugio en la tormenta más hostil. Y yo, yo era un ser frágil disfrazado con una fortaleza casi obscena, excesiva. Atemorizada por el constante susurro de la muerte que amenazaba con arrebatarte de mi lado. Yo vivía angustiada pensando en todo lo que no podríamos hacer mientras tú volabas cobijado por la rutina que se escurría entre las paredes de nuestro hogar, irrumpiendo en nuestra mesa a la hora de desayunar y en nuestra cama al momento de la intimidad. Tú eras la respuesta al dolor, la calma para mi escozor, la…
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Antes de que llegue el amanecer
I Soñé con tu cabeza en mi regazo, soñé con tus ojos café mirándome fijamente. En la oscuridad de una noche para amarse, yo hubiera deseado rozar tus labios con la más tierna dulzura, pero la muerte ya te había robado un beso y a mí, los anhelos de una vida a tu lado. II Nuestros cuerpos se buscaban en nuestra noche eterna inventada, yo bailaba para ti, tú cantabas para mí. Mis pies descalzos sobre la alfombra, tu hermosa voz inundando la sala. Se suponía que duraría para siempre, ese era el pacto, nuestro juramento, pero al mundo no…