Razón número 8: La escuela secundaria: ¡Al fin una buena!
Sería absurdo pensar que la vida no me debía una disculpa después de haberme hecho pasar por una etapa tan conflictiva, desagradable y deseosa de olvidar como la primera, así que la recompensa llegó con la secundaria, que fue de los mejores años de mi vida.
Fui a una escuela técnica (catalogada como marginal teniendo nada de marginal) no tan lejos ni tan cerca de casa, esas distancias que terminan resultando algo molestas, así que mi medio de transporte era la bicicleta. Sí, tenía un estado físico envidiable y un apetito insaciable, ¡tan solo imagínense! Saliendo a pedalear a las seis y media de la mañana, hubiera sol, viento, lluvia o nieve, y volviendo por la tarde después de una larga jornada de aprendizaje.
Todos decían que preferían regalarme cualquier cosa, sin importar el precio, pero jamás una invitación a un buffet, según todos habría fundido el negocio y sus billeteras también. Yo no lo creo tan así, aunque tampoco podría asegurarlo… Qué les puedo decir, confieso que sí comía un poco a lo bestia. Un pozo sin fondo que jamás engordaba, la mejor combinación (lástima que no duraría para siempre).
No obstante, volviendo al tema de mi maravillosa escuela (no marginal), no tendría nada malo qué decir, la mayoría de los profesores eran maravillosos. Enseñaban con pasión y muchos de ellos tenían espíritu emprendedor, algo que en el fondo consiguió inspirarme. El mundo sin duda necesita más docentes así.
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