Razón número 19: El inicio de mis romances pasajeros
Descubrir la fórmula para obtener (o intentar obtener) una cita no me fue tan difícil. A ver, sé que hay muchas formas de hacerlo, pero yo había encontrado la que mejor me iba y la que en caso de ser rechazado, no me dejaba tan mal parado (soy introvertido y un poco tímido). Yo amo el café, esa infusión tan irresistiblemente deliciosa y que tanto me acompañaba cuando me preparaba para un examen. Única. Y sí, es probable que se pregunten ¿y qué tiene que ver eso? Permítanme que los ilumine: El café fue la clave. Cuando veía una señorita que me parecía interesante, me acercaba y le preguntaba si conocía alguna cafetería por la zona, el remate era si querían acompañarme cuando me daban las indicaciones para llegar al lugar. La gente diría que fue suerte, yo opino que fue mi labia la que hizo que un par de ellas no pudieran resistirse a mis encantos y acabaran aceptando la invitación. Algunos intentos quedaban en un cortado con una buena conversación mientras que otros acababan conmigo entrelazado con dicha señorita en su departamento. A veces me quedaba y las despertaba a la mañana siguiente con el desayuno, (qué puedo decir, soy todo un caballero). Si la familia estaba en casa, siempre pensaban que eran noches de estudio con los muchachos. Jamás sospecharon de mí.
Un punto que considero importante comentar es que de entrada yo dejaba en claro que mis intenciones eran pasajeras, nada formal, nada a largo plazo. Había quienes entendían y aceptaban el trato, pero no faltaban las que se enamoraban y me suplicaban que lo hiciéramos oficial. Ninguna consiguió torcerme el brazo. Y sí, ya sé que me van a tratar como un mujeriego que solo quería divertirse, pero yo me consideraba un joven que simplemente había empezado a conocer la sexualidad. Además no podía perder de vista la promesa a mis padres de no distraerme de la universidad.
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