Razón número 31: Mi regreso al mundo laboral
Con el tiempo, cuidar de papá se convirtió en nuestra rutina, pero alguien tenía que traer el pan a casa, por lo que después de dejar la universidad, empecé a buscar empleo. Probé en muchos lugares empapelando escritorios con mis ostentosos conocimientos y habilidades. Cualquiera pensaría que no dudaron ni un instante en tomarme, sin embargo, la verdad es que nadie contrata a una persona con un currículum vitae como el mío. Generalmente nadie cree que se puede ser capaz de saber tantas cosas (y les juro que no es ego, solo es obsesión por aprender).
Bajé los brazos luego de meses de entrevistas que acababan en nada y de gastar papel sin éxito alguno. No obstante, me negué a rendirme y la solución más sensata fue recurrir a seguir mejorando mis habilidades. Si yo no podía ir al trabajo, entonces haría que el trabajo viniera a mí. Me inscribí en un instituto para estudiar “Armado y mantenimiento de PC”, “Redes informáticas”, “Marketing” y “Liderazgo”. Mi objetivo era armar una empresa de mantenimiento de equipos informáticos orientado a empresas, comercios y particulares.
Decidí dedicarme a emprender, pero no solo como una salida para traer el sustento a casa, sino como un estilo de vida, aunque eso significara que no formaría una familia. No podía arrastrar a otros y mucho menos obligarlos a tener los mismos objetivos que yo. Ya lo había dicho papá luego del fiasco de mi primer trabajo, “Tú no estás hecho para tener un jefe”, y sí, era verdad. Aún lo es.
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