Razón número 12: Mi obsesión con los videojuegos
Sí, ya sé lo que van a decir, así que se los voy a ahorrar: Tengo algo de nerd. Ahora, no pueden culparme, estábamos en las puertas de una nueva era: la era de los videojuegos. ¿Cómo no obsesionarse con ellos si son la mejor manera de hacer catarsis luego de un día largo y tedioso? Y sobre todo si se tuvo que lidiar con gente.
Al igual que con los libros, los videojuegos me abrían las puertas a un mundo en el que era capaz de hacer lo que quisiese, desde salvar princesas hasta volar un helicóptero Apache, y gozar de cualquier habilidad, desde tener lo necesario para competir en olimpíadas (mi pie plano y problemas de espalda no me lo habrían hecho fácil) hasta pelear contra un monstruo diez veces más grande que yo y ganarle (soy de talla media chica, no les voy a mentir). Desafíos que podía repetir una y mil veces, despanzurrado en el sillón de la sala o en mi cuarto de madrugada mientras la familia entera dormida.
Solo objetaría una cosa, los videojuegos pueden volverse muy, MUY adictivos. ¿Qué si desarrollé una adicción? Quedaría mejor parado si respondiese que no, pero he prometido ser totalmente honesto, por lo que tengo que admitir que sí y bastante marcada. Los días se me iban como agua entre los dedos y salir de aquello me llevó algún tiempo. Hoy en día, me mantengo alejado de los videojuegos, no vaya a ser que esa maravillosa sensación regrese con una fuerza que no me deje levantarme de la computadora nunca más.
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